El coqueto salón de conferencias del Museo de la Batalla de Bailén, de acogió la presentación del libro de Cándido Lorite “Leyendas del Viejo Jaén” , una obra a modo de guía turística por las leyendas y los barrios de la vieja capital del Santo Reino, profusamente ilustrada y documentada.
El acto fue presentado por Juan Soriano, presidente del Instituto de Estudios Bailenenses, que es también el prologuista del libro. En sus palabras destacó <<como las tradiciones y las leyendas son las que a lo largo de los siglos las que forman la identidad de un pueblo>>
“Las leyendas del viejo Jaén” es una invitación a los amantes de las cosas de esta tierra que quieran conocer la capital de la provincia desde otro punto de vista: el de la tradición, el de las aquellas ancestrales historias que se contaban a la sombra de un limonero en una recoleta plaza , en verano o al calor de la lumbre en los días de invierno.
Historias como las de El Padre Canillas, el Abuelo y, el celebérrimo Lagarto de la Malena son un ejemplo de otras muchas leyendas que atrapan al lector por su amenidad y contenido.
Este libro nació por la propuesta de un grupo de miembros del IEB en una visita a la capital guiada por el autor , Cándido Lorite, maestro jubilad y colaborador de distintos medios de comunicación, quien reveló a los visitantes los lugares más recónditos y las leyendas que circulaban por las casas del intrincado callejero del casco antiguo de la capital. En el acto de presentación, tres miembros del Instituto dieron lectura a tres leyendas respectivamente para un público expectante e intrigado por las temáticas de las mismas.
Muchos lugares mencionados en el libro ya no existen, solo queda constancia de ellos por medio de unas cuantas fotografías . <<Muchos edificios nobles de Jaén perecieron a manos de la piqueta sin que nadie levantara la voz en su momento >> destacaba Lorite refiriéndose al señero edificio del Ideal Bar y el Cine Cervantes en lo que hoy es la Plaza de la Constitución.
Tampoco olvida el libro a destacados personajes de la capital como Bernabé Soriano, el médico de los pobres, o el cronista Alfredo Cazabán. A su propio padre, un maestro de escuela muy renombrado de aquel tiempo y a su amigo de juventud llamado simplemente Manuel, a quien va dedicada la obra.