viernes , 22 noviembre 2024
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Denuncian ante los medios su grave situación tras un desahucio, segun sus palabras, provocado por una estafa

 

desauciada

Sebastiana Cuevas, o como ella prefiere que la llamen, Nani, ha pasado de vivir en su casa a dormir en uno de los sofás de la casa de su hija en Bailén . El pasado lunes, después de un año consiguiendo aplazarlo, fue desahuciada de su vivienda en Mengíbar. La última fecha que había marcado el Juzgado para que se marchara de la casa fue el 30 de abril. Pero una vez más, y por octava, y última vez, consiguieron parar el desalojo. El aplazamiento de cinco días fue por una cuestión de salud.

Nani no es la única desahuciada. Junto a ella, han perdido el techo donde vivían, su marido, Jacinto Muñoz; su madre, de 82 años y enferma del corazón, y sus dos hijos. El miércoles de la semana pasada, cuando hubo que entregar las llaves, la médica de urgencia tuvo que intervenir y recomendar que se aplazara la situación por el estado de salud de la abuela, y de la nuera de Nani, que está embarazada y que se encontraba allí presenciando la escena, en la que también tuvo que intervenir la Guardia Civil y la Policía Local.

Fue entonces cuando se fijó el plazo de salida de la casa para el lunes de esta semana. La familia lo ha cumplido. Ese día, uno de los hijos, dejó las llaves en el cuartel de la Guardia Civil de Mengíbar. Y ahora la familia tiene la esperanza puesta en el Tribunal Europeo de Derechos Humanos, en Estrasburgo, hasta donde han llevado su denuncia, después de haber agotado el resto de vías judiciales.

La familia denuncia que su desahucio no es por los motivos habituales. Aseguran que ellos han pagado las letras de su vivienda y que lo que han sufrido es una «estafa».

La casa en la que vivía la familia en Mengíbar era de los padres de Nani. Ellos la heredaron con un préstamo y en un momento dado se vieron incapaces de pagar las letras, según explica la afectada. Un particular la compró. El mismo que tenía contratado a Jacinto, es decir, su jefe. Y este hombre fue quien, siempre según el relato de Nani, se ofreció a volver a vender la casa a sus dueños originales. «Se estableció un precio de 96.000 euros, y en concepto de adelanto, pero sin contrato de por medio, le pagamos 16.000 euros. Aún nos quedaban 80.000 euros y fue cuando fuimos al notario y firmamos un contrato de compra venta y la subrogación de la hipoteca».

El propietario de la casa y jefe de Jacinto se ofreció a ser el avalista de la familia. «Se suponía que se estaba portando muy bien y nos estaba vendiendo como Judas a Jesucristo». Según explica Nani, «al poco de que compráramos la casa, despidió a mi marido de la empresa de construcción. Y aún así seguimos pagando. Hemos pagado 12.000 euros en dos años y guardo casi todos los recibos».

El problema llegó cuando Nani quiso pedir un extracto de la cuenta en la que la familia hacía los ingresos y se destapó todo. «A nosotros no nos pidieron ni nóminas ni contratos de mi marido para hacer la compra, pero no nos extrañó porque como era asalariado de quien vendía la casa, pensamos que él habría dado toda la documentación. Además, al ser nuestro avalista, se quedó con nosotros en la cuenta bancaria. Nos dijeron que ingresáramos cada mes una cantidad en el banco y así lo hacíamos. Hasta que nos denunció por no haber pagado ningún recibo y cuando investigamos vimos que en el registro la casa sigue estando a su nombre».

Al juicio por la denuncia por impago, Nani se presentó sola. Sin abogado ni procurador. Lo perdió y comenzó el proceso de desahucio. Ahí fue cuando recurrió a la plataforma 15-M Linares, que la asesoró, y con la ayuda de un abogado, presentó una denuncia en el juzgado. «La archivaron por falta de pruebas de la estafa, recurrimos a la Audiencia y ocurrió lo mismo, y así a todas las instancias judiciales» hasta llegar a donde están ahora, en el Tribunal de los Derechos Humanos, explica. Lo único que han conseguido con esto es ganar un año de tiempo que ya se ha agotado.

7 en 90 metros

Ahora la abuela de 82 años, Jacinta  y Nani, y uno de sus hijos, se han ido a vivir a casa de su hija en Bailén. Su hija está casada y tiene a su vez una hija. En total son 7 en un piso de 90 metros. «La abuela duerme en la cama nido de la niña y mi marido y yo estamos durmiendo en un sofá cada uno».

fuente IDEAL. Foto Jose  Luis López.

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