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FERIA DEL BARRIO.- DESDE EL PREGÓN A LOS FUEGOS ARTIFICIALES FINALES.

EL BUEN TIEMPO SE SUMA  A LA FERIA DEL BARRIO DE SAN JOSÉ OBRERO EN SU ULTIMA JORNADA.

Unas fiestas que se iniciaban con el pregón en la emblemática plaza del Cantarico, del Barrio de San José Obrero a cargo de Juan Risueño, presidente de la asociación de Poetas de Bailén, pregón lleno de añoranzas y versos con   gran cantidad de referencias a los orígenes de la popular barriada de Sarusienon José Obrero y el inicio de sus fiestas allá por los años sesenta ( Leer pregón completo al final del artículo) Después del pregón se iniciaba oficialmente la feria con el encendido del alumbrado extraordinario.

Fiestas que en las primeras jornadas se  vieron afectadas por un tiempo frió y lluvioso, que dejaron el ferial impracticable hasta que una intervención de los servicios del ayuntamiento pudieron solventar el problema del barro y los charcos.

caballos

Ya en la ultima jornada oficial de feria, el dia 1 de mayo,   amanecía despejado propiciando la salida a la calle de  locales  y visitantes  que pudieron disfrutar  de las atracciones propias de la feria,  dentro de un amplio programa de actividades entre las  que destacan, paseo de caballos, verbenas gratis en la caseta de la Juventud, actos religiosos y procesión en honor del Patrón de la Barriada, San José Obrero,  que este año ha variado su recorrido para alcanzar  otras calles mas alejadas del propio barrio, concursos y  para terminar, una gran exhibición de fuegos  artificiales piro-musicales para cerrar las jornadas con broche de oro. ( en la foto , la actuación de RITMO DEL SUR)

ritmo del sulr

Así, con el buen tiempo de ultima hora el l real de la feria  lucia con esplendor y muchas parejas  luciendo el  traje flamenco que llenaban las atracciones y terrazas de la feria con muchos niños y jóvenes que  disfrutan en Bailen de vacaciones hasta el dia 3 de mayo.

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Jose luis lopez frutos,

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PREGÓN A LAS FIESTAS DE SAN JOSÉ OBRERO – 2017

Buenas noches, señor alcalde, miembros de la corporación municipal, vecinos, amigos, paisanos, muchas gracias por estar aquí en esta plaza de tantos y tan buenos recuerdos.

La mayoría sabe que mi oficio es la construcción, y algunos saben que no estoy aquí por eso, sino por mi faceta literaria, en concreto poética, por la labor en la asociación Poetas de Bailén, (desde aquí mando un abrazo muy fuerte a mis compañeros y amigos), así que nada mejor que comenzar con un poema, y un poema dedicado a mi barrio:

Lo llaman El Barrio Nuevo,
y ya va pintando canas,
vestía de punta en blanco
con revuelta en la entrada,
y aunque simple su diseño
si tuvo la misma cara,
se escuchaba el corazón
y tenía a la vista el alma.
Un barrio de gente humilde,
la que a deshoras lo fragua,
si va creciendo en familia
a golpes de pico y pala.
Eran tiempos del sudor
en la vida más esclava,
de vigilar a los novios,
de estar a las diez en casa,
de los niños en las eras
las niñas tras la ventana,
de las sillas en las puertas
cuando el fresquito rondaba,
tiempos de muy poca tele,
y de hablar, eso que hoy falla.
La iglesia de San José
y el cántaro en la plaza
son señas de identidad
de un barrio a la antigua usanza,
que aunque no es Beverly Hills
tampoco nos hace falta,
que la humildad es el lujo
y no ser solo fachada,
un barrio de buena gente,
con una fiesta de plata,
para nosotros de oro,
si a sentimiento se hermana
con nuestras fiestas de julio,
porque entre ellas no hay batalla.

Bueno, todo pregonero habla del honor de estar aquí, yo también, inmenso el honor, pero he de añadir que sorprendente, ya que muchos de los que me hayan conocido en anteriores etapas, donde la timidez agarraba por el cuello a todo amago de ser, dirán: éste no es mi Juanito que me lo han cambiao.
Pero bueno, esta es la vida y las vueltas de la noria, que igual nos tiene arriba que abajo.
Así que, honor y sorpresa, en representar a mi barrio, y por ende a mi ciudad, en unas fiestas que he vivido desde que me dejaba las rodillas pegadas a sus aceras.

Yo no nací en este barrio, aunque mi edad sea más o menos la que tiene. Nací en la calle Independencia, en una casa con un patio interior, y cuatro vecinos. Recuerdo apenas unas escaleras muy pendientes, que era en la parte izquierda, y me recuerdo muy gordito, casi redondo, gracias a las gachas de mi abuela, que quería un nieto lustroso.
Nos mudamos aquí en cuanto hicieron la casa, de las primeras, también en la calle Independencia, frente a mis abuelos.
Y aquí viví hasta que me casé, con 26 años, luego fui a vivir a la calle Doctor Cabrera Lomas, también parte de este barrio, allí 14 años, para después dirigir mis pasos a la calle Baeza, a la casa de mis suegros, donde ya llevo 20.
Pero mi empresa, la que tuve con mis hermanos, Agustín y Paco, desde el año 90, tuvo la oficina en la casa de mis abuelos, hasta que quebró hace unos cinco años, así que he estado ligado pues toda mi vida a este barrio.

Y desde siempre he vivido estas fiestas, desde que eran poco más que una verbena entre vecinos, con la ilusión de dar vueltas y vueltas en los cacharricos, luego más mayor en los coches locos, hasta que se acababa el suministro. Unas fiestas siempre muy concurridas por esa mano que suele ofrecer el buen tiempo y que además acogen con efusividad las ganas de paseo, o de marcha.
Es la mejor época del año, en una fecha en que solemos estar todos, si las vacaciones andan lejos, y el calor insoportable, así que, lo que empezó en la más simple intimidad vecinal se ha extendido, teniendo una aceptación a la altura de nuestras fiestas de julio.

Bien.
Empecé a escribir a los 7 años, y lo dejé a los 9, al entrar al instituto, y algo tuvo que ver en mí mi maestro de estas escuelas, D. José (su mujer Inmaculada, maestra aquí también, por si alguien la recuerda), que al caer algo de lo que yo escribía en sus manos, relatos del oeste, de terror o fantasía, con sus dibujos en las portadas (no conservo nada), fue a mi casa a hablar con mis padres, para pedirles que hiciesen lo posible para que no dejase de escribir.
Aquello, por las causas que fuesen, calló en saco roto, y renació a mis 45 años, de modo natural, como si no hubiese dejado de escribir ni de dibujar nunca.

Y bueno, con 14 empecé a trabajar, y tuve muy claro en qué, pues me recuerdo mirando las obras yendo al instituto, embobado, viendo por ejemplo, la fachada que construía Valdearcos frente a Chabasco, los azulejos verdes de la fachada, y preguntándome como aquello se quedaba allí suspendido sin caerse.

Pues albañil, y empecé a trabajar con Juanito el sordillo, un año, luego ya con mi maestro, Miguel Linarejos, quién se volcó en mí, y me enseñó, aunque no calcara todos sus pasos.

Y al volver de la mili me hice autónomo, y empecé a reformar casas en este barrio, la primera, la de mi tío Juan, en los permisos de la mili, y de entonces, de las primeras, recuerdo la reforma en la calle General San Martín, a unos pasos de aquí, en la casa de José el Rey, y Carmela, que me supo como a hacer una catedral, y más recientes, la de Antonio Agudo, frente a la plaza, o la de Luis Conde, frente al bar de Contreras.

Llevo al barrio en la sangre, y la ausencia, el devenir de los años, no enfría ningún sentimiento, y así, cuando lo recorro a pie por uno u otro motivo, aún respiro su gracia, y a personas muy queridas, muchas que no están, y de éstas escucho sus voces, la de mi madre, Remedios, llamándonos para la comida o la merendica, en especial mi nombre: ¡¡Juanito!! a todo pulmón, seguido de “ verás como se lo diga a tu padre”, y yo siempre apuraba para llegar tarde, siempre como hoy, que sigo con esa fea costumbre, esos minutillos en los que alguien me espera.
Y recuerdo a mi abuelo Agustín, tieso y tranquilo, al que quería como a un padre, o a mi abuela Frasquita, siempre con el mandilillo puesto, el traje de faena, y siempre con el gesto agrio cuando me veía con el cigarro en la boca y casi sin poder decir tres palabras seguidas, tosiendo como un tísico; ya 15 años sin probarlo, abuela, donde estés estarás contenta. Muchos recuerdos, mi padre, en mis propios gestos, mis hermanas, siempre juntas, y así siguen, mi mujer, el de mi niña, Inma, la única que tengo, correteando estas calles, como yo, ya en la treintena, haciéndome viejo. Recuerdos que se mezclan con el presente tejiendo nuncas de la muerte, luchas una y otra vez contra el corazón desnudo y la luz que sigue adentro. Tampoco olvido a mucha gente entrañable, que me abrió su casa con toda confianza, y así le fue devuelta, ni tampoco a mis vecinos de alrededor, al menos hasta esta plaza; ellos recordarán, seguro, el alivio que les supuso mi boda y mi marcha, porque dejaron de escuchar a Bob Dylan, o a Elton John, a toda pastilla, las voladoras decían, que seguro no estaban entre sus preferencias.

El barrio fue naciendo conmigo, casa a casa. Jugaba con arena en las puertas y ladrillos, triples y macizos de 5, de 3 agujeros, esos que se rellenan a tope y cuando, a los años, hay que quitarlos, nos acordamos de quién los puso. Y jugaba entre volcanes de cemento con brochazos de cal , y chisquero de la mina Matacabras, todo a mano, a meneo de legón y de otras cosas, si raro era ver una hormigonera, la mayoría de las casas construidas a deshoras, los fines de semana, y trabajando toda la familia.
Y yo niño, como un rey, con mi casa nueva ya acabada, viendo nacer y crecer a hermanos, amigos y primos.
Un lugar muy familiar, porque el sufrimiento une, con esa sensación de cercanía y respeto, de igual a igual, eso que nos hace grandes y con tanta facilidad se pierde por creernos más que nadie y dueños del mundo.
Por eso este barrio es grande, y no se parece a ningún otro en esta ciudad, porque ha nacido en familia.
Y me considero con suerte, porque aquí nací, crecí, y aquí empecé mi trabajo, trabajo que comenzó con algo puntual, algo que muchos constructores daban de lado, como son las chimeneas, esa cosa que puede quedar preciosa, pero que luego hay que encender, y si el humo sale por donde no debe pues no sirve para nada. Y bueno, de ahí mi primer apodo: Juanito el de las chimeneas. Y sobre ellas se fue extendiendo mi trabajo, ya que para hacerlas había que hacer a veces una reforma. Y llené el barrio de chimeneas, también Bailén, hice bastantes por la provincia, algunas en Córdoba, Granada, incluso dos en Mallorca, recién casado. Ya ha llovido.
Trabajo exclusivo varios años, hasta que un amigo del barrio, y los dos con unas cervezas de más, me dijo que solo era maestro de chimeneas, y me hirió en mi orgullo. Así que, miré a mi oficio de lleno, y eso dio lugar a mi 2º apodo: Juanito, o Juan, el albañil, hasta que comencé mi senda literaria, y como no hay dos sin tres, pues ahora me apodan el poeta.
Ya ven, la cultura por encima de mil años de sudores y de algún que otro buen hacer.
Y para terminar, y no cansarles , voy a cerrar con ambas cosas, con Juan, o Juanito, albañil pero poeta.

En las metas a mi oficio
he tenido sobrenombres,
si toco todos los palos,
y con todos su acordes.
La primera chimenea
fue un primor de los primores,
obró la casualidad,
si era jefe de los torpes,
y aunque aquello salió bien
pudo ser un armatoste.
Fui el rey de las chimeneas,
eso dicen los mayores,
pero ya nadie es de leña,
de cenizas ni carbones,
y salté de rama en rama
hacia otros horizontes,
pero el cimiento es mi barrio,
lo construido de adobe,
para un cuerpo muy sencillo
que no se ha cambiado el nombre,
soy español, soy andaluz,
de Bailén, leal y noble,
pero más de un barrio obrero,
de sus más firmes valores,
Barrio Nuevo, algo maduro,
San José, de mis amores

FELICES FIESTAS A TODOS

VIVA SAN JOSÉ OBRERO

VIVA BAILÉN

 

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