La plaza bullía de niños y niñas disfrazados procedentes de un colegio cercano. Piratas, indios apaches, princesas egipcias y algunos otros personajes causaban la admiración de mayores y pequeños, pero allí, en un rincón apartado de aquella plaza estaba un niño de tan solo cinco años llorando desconsoladamente en silencio. Unos adultos, de la radio de la ciudad, se acercaron al chaval y le preguntaron
– ¿Que te pasa, por qué lloras?-
– Es que mis papás son pobres y no me han podido comprar un disfraz de pirata para que pueda ir con mis compañeros de cole – respondió
– ¿ Y por eso estas llorando tu? –le preguntaron de nuevo los mayores
– Si- respondió con los ojos llenos de lágrimas.
Poco después supieron que su nombre era Jesús y que iba al mismo colegio que los niños que disfrutaban en la plaza con sus vistosos disfraces. Entonces los adultos de la radio, no vale decir nombres, se pusieron rápidamente a reunir dinero para comprarle inmediatamente un disfraz. Decidieron que el pueblo supiera el motivo del llanto del pequeño Jesús y le abrieron los micrófonos mágicos de la radio para que su voz tierna de niño apenado y a la vez comprensivo con la situación de sus padres pudiera con libertad expresar su pena. Al otro lado del las ondas, estaban los oyentes. Esos oyentes fieles que están para las duras y para las maduras que no tardaron en responder. Una señora joven, conocida por sus acciones solidarias, fue la primera en marcar el número de la emisora y ofrecer el mejor traje de pirata para Jesusín. –Ya tienes un traje de pirata para ti – dijo la señora.
El personal de la radio deseó en esos momentos que hubieran sido las cámaras de televisión las que hubieran captado la expresión de gozo y felicidad que irradiaba la cara del pequeño aspirante a pirata; era de las pocas situaciones que no se pueden expresar con palabras.
Pocos minutos después Jesús estaba disfrutando de su flamante traje de bucanero aguerrido y viejo lobo de mar. Nunca olvidará ese día. Nosotros tampoco. La magia de la radio una vez más se ha manifestado y trajo felicidad a un pequeño que no entiende de crisis ni de hipotecas ni de malos rollos de los mayores. Ojalá y todos los problemas se resolvieran así.